SD. La transmisión en vivo por la televisión de determinados espectáculos, casi siempre de entregas de premios, dígase Casandra, Grammy o Latin Pride, se han convertido en una verdadera tortura para quienes asisten a los teatros donde estos ocurren.
Este suplicio tiene que ver con el hecho de que con el tiempo televisivo no se juega, y los tiempos de comerciales son los que sustentan todo ese andamiaje.
De ese modo, el espectáculo se ha convertido en algo soso, insoportable para muchos, un sube y baja de gente a recibir sus premios, las palabras más o menos breves, y dos o tres pinceladas con coreografías y cantantes. Un espectáculo donde se pierden la magia y la fantasía,
Eso fue lo que ocurrió con la entrega de los Latin Pride Awards 2010, cuya entrega fue la noche del jueves en la Sala Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes.
No bastó con la pericia y talento indiscutible de Chiqui Hadad, apoyado por Aidita Selman, Patricia Ascuasiati, Alberto Zayas, Angel Garden y otros. Ni el regreso de Georgina Duluc, tras un quinquenio fuera de alfombras, junto a Dafne Guzmán, Carlos Lamarche y Carlos Anaya, animando la entrada al Palacio de Bellas Artes.
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