Las personas de la antigüedad se afligían de modo parecido.
Job padeció en su propia carne la enfermedad y fue victima de la desgracia. Porque creyó que Dios lo había abandonado, dijo que estaba asqueado de la vida. (Job 10:1; 29:2, 4, 5) Al creer que había muerto su hijo, Jacob se deprimió, no quiso que lo consolaran y deseo la muerte. (Génesis 37:33-35.) El remordimiento por un error grave llevo al rey David a lamentarse así: “Todo el día he andado triste.[….] Me he entumecido”. (Salmo 38:6, 8; 2 corintios 7:5,6.)
Muchos se deprimen en la actualidad porque son demasiado exigentes consigo mismo y tratan de llevar una actividad diaria que excede su capacidad física, mental y emocional. Según parece, el estrés, su acompañado de ideas y emociones perjudiciales, puede afectar al cuerpo y contribuir a que haya un desequilibrio químico en el celebro, lo que produce la depresión. (Compárese con Proverbio 14:30.)
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